
...Ya es una ciudad arrinconada en el retiro de sus gentes. Abandonada por el aburrimiento, el sopor de tronío y la movilidad vacacional de fechas claves. Ahogada por riadas de silencios y vientos de solera que axfísian cualquier parte donde uno pise asfalto o callejuela de adoquín.
Sus entrañas secas y sus desoladas arterias encarnan un eco que encauza melancolía y vaga el invierno en memoria sobre ellas, sus calles que chirrían de canícula, su sobriedad secana autóctona y el desencanto de transeúnte...
Ambientes que se reprimen en espacios obsoletos.
Amargo territorio habitable por resignación y desánimo porque la rutina laboral en muchos pervive…
Su sola solitud urbana, sólo la soledad urbana es la cotidianidad de un sentimiento tan despierto que se sumerge lentamente, poco a poco en Murcia, a pesar de que ésta duerma añorando septiembre…